Los rastros de una impía evangelización
Una voz grave atraviesa las paredes
Por Ariadna P. Páez

Los rastros de una impía evangelizaciónUna voz grave atraviesa las paredes, el escalofriante lamento produciendo eco en los viejos lavabos de los baños dramatiza el sonido, y al buscar el origen del quejido concluyes que una sombra es protagonista de un dolor que arrastra hasta la eternidad.

La casa de las artesanías es reconocida por ser morada de valiosos piezas artesanales elaboradas por manos indígenas que exteriorizan la riqueza cultural de nuestro país; mas este bello recinto no siempre ejercía la misma función, fue en 1531 cuando se edificó por los franciscanos como sede del primer convento establecido en Valladolid, en esa época uno de los misioneros era un fraile cuyo nombre no se sabe con certeza.

La leyenda que se narra a continuación es revelada por una empleada encargada del aseo del inmueble, la cual la comparte con nosotros después de que le fue relatada a su bisabuela, a su abuela, a su madre y finalmente a ella.

Se rumora que el franciscano llevó una infancia miserable; siendo hijo adoptivo, sus padres solían ignorarlo, a los 14 años se enamoró profundamente, pero su condición retraída provoco rechazos constantes y denigrantes insultos. Cuando era adolecente se decidió por conveniencias ajenas a él y a su devoción que se formara como delegado de su santidad, después, en la conquista fue elegido como uno de los tantos propagadores encargados de la cristianización de América Latina a través de las Obras Misionales Pontificias; los métodos que aplicaban para lograr su objetivo era el de destruirle a los indígenas sus lugares sagrados y sus objetos religiosos de culto; daban primero una orden para que los indígenas mismos destruyeran sus pertenencias culturales y, si no obedecían, entonces los militares lo hacían con gran arrebato.

El religioso nunca se caracterizó por los sones que personificaban al resto de su orden; la avaricia, envidia y frustración lo definían como un ser cruel y despiadado en el que aprovechándose de su rango incurría a exagerados métodos de evangelización (aún más violentos).

Una tarde después de que el aludido agredió a un grupo de indígenas, fue a supervisar la construcción de una improvisada capilla para bautizar a los nativos, en ese momento el lugar comenzó a derrumbarse, los lastimeros gritos purépechas se alcanzaban a escuchar a lo lejos, el fraile junto con ellos quedó atrapado. Después de unas horas de acumular el escombro y rescatar a los sobrevivientes, se encontró el cuerpo del religioso mutilado, al preguntarle a los espectadores al respecto, nadie facilitó una respuesta. Ahora solo se sabe que este hombre recorre los pasillos de su claustro, sin brazos, ojos, ni piernas, algunas personas señalan que lo único que implora es el perdón de los tantos originarios que lastimó, otros aclaran que no se le permite entrar al limbo y su castigo será deambular por siempre.

Y ¿Tú no lo has escuchado?... te reto a que lo hagas.